CIUDAD DE DIOS DEL ARCO IRIS

Antecedentes de su creación

El 12 de diciembre de 2014, llegaron a la Ciudad de Dios de Villa de Leyva los integrantes de una delegación de los habitantes de Ospina Pérez; aguerridos, entusiastas y muy interesados, o mejor, decididos a conseguir su objetivo de lograr una Ciudad de Dios para su tierra.  Desde el principio hubo una gran empatía entre estos hermanos y los de la Cidudad de Dios de Villa de Leyva.

 

El día 14 de diciembre, fiesta de San Juan de la Cruz, reunidos con varios miembros de la Ciudad de Dios de Villa de Leyva, se decretó el nacimiento de la nueva obra, con la aprobación del Padre Provincial Miguel Angel Díaz Granados. 

Apoyo del obispo de Neiva


Monseñor Froilán Casas, que fue uno de los primeros socios de La Fundación Santa Teresa de Ávila cuando sólo era sacerdote y trabajaba en Tunja como director del Sena, al enterarse del nacimiento de esta obra nos brindó inmediatamente su apoyo incondicional y a la vez, en reunión del Clero hizo una bella presentación a los sacerdotes; de lo que era una Ciudad de Dios y la posibilidad de la Ciudad de Dios Niños del Campo, que así se llamaría.

Viaje al Huila y encuentro con los hermanos de Ospina Pérez

El 2 de febrero del 2015, una vez inaugurada en la mañana la Ciudad de Dios de la Calera, partimos a medio día para el Huila los tres padres que vivimos en la Ciudad de Dios de Villa de Leyva, Padre Jairo Ochoa, Gilberto Urrego y José Arcesio Escobar, acompañados de tres de las Carmelitas Laicas de San José: Patricia Nieto, Fabiola Giraldo y Teresa Jaramillo. También viajó con nosotros Juan Carlos Mosquera, director de la Fundación Construimos y Helena Correa, carmelita laica de San José y directora de las comunicaciones de la Fundación Santa Teresa de Avila.
Una comitiva de acogida nos esperaba en la entrada de Neiva; vinieron con pancartas, banderines que llevaban el escudo de la Fundación y los colores carmelitanos; camisetas marcadas con el escudo de las Ciudades de Dios y un letrero que decía “Centro Poblado Ospina Pérez. Ayúdenos a construir la Ciudad de Dios”.
A pesar de que inicialmente la eucaristía de bienvenida estaba programada para las 6 p.m. y luego para las 7p.m, dadas las distancias tan grandes desde Bogotá a Ospina Pérez, llegamos casi a las 9 de la noche. Pero no obstante, estaban todos los habitantes del lugar reunidos esperándonos, venidos de todas las veredas y rincones, para darnos la bienvenida, con caravana de carros, pitos , pancartas, repique de campanas, cantos, chocolatinas ofrecidas por las niñas del Hogar y abrazos calurosos de parte de toda la gente.

Iniciamos la eucaristía que terminó a las 10:30 de la noche, presidida por el Padre Edilberto, párroco del Centro poblado Ospina Pérez, que está conformado por unas 130 familias. La Eucaristía fue solemnísima, animada por un buen grupo musical, incienso, flores y todos los elementos que pudieran expresar la alegría de la gente que nos recibía y que llenaba el templo a reventar, a pesar de la hora y del largo camino que se les esperaba para regresar a sus casas. Luego nos ofrecieron una cena con cariñosas palabras de bienvenida.
Al día siguiente, después de la oración, visitamos la escuela y el colegio, el hogar de los niños, sujetos de la Ciudad de Dios, quienes nos acogieron con gran cariño y apertura, tanto los niños, jóvenes, profesores como los vecinos de la parroquia donde nos hospedamos. Vale la pena destacar la acogida maravillosa por parte del párroco P Edilbero, quien nos abrió de par en par las puertas de su casa y nos acompañó momento a momento en toda actividad que realizamos.


El día 3 de febrero nos reunimos con la junta directiva de la Fundación Niños del Campo, en casa de Henry y Argenis para darle forma jurídica a la nueva fundación, que nacía, oficialmente, el 4 de febrero de 2015 con el objetivo de “LA FORMACIÓN Y PROMOCIÓN HUMANA Y ESPIRITUAL INTEGRAL DE LOS NIÑOS, JÓVENES Y FAMILIAS CAMPESINAS DE PALERMO Y MUNICIPIOS ALEDAÑOS”.


Escuchamos el sueño de estos hermanos quienes ya tenían hasta los planos dibujados de lo que querían que fuera la Ciudad de Dios. Estuvimos totalmente de acuerdo con estos planteamientos y en fe nos lanzamos a dar comienzo a esta obra.
Después de un abundante y riquísimo almuerzo huilense, con todos los manjares más exquisitos, visitamos otras familias de la montaña, sintiéndonos absolutamente acogidos por todos y tratados con tal deferencia que nos sentíamos pequeñitos ante tanta generosidad.

La Inauguración

El día 4 de febrero, antes de las 5 de la madrugada, ya había llegado mucha gente de todas las veredas, trayendo plátanos, yucas, gallinas y pollos para el gran almuerzo que se haría en el día de la inauguración oficial de la Ciudad de Dios, almuerzo al que estaban invitados todos los que llegaran. Hermoso poder ver ese trabajo comunitario en el que participaban jóvenes, niños, personas mayores, todos en una actividad permanente para este gran acontecimiento.
Antes de las 6 de la mañana, la escalera o chiva cruzaba pitando el casería, a la vez que descargaba pasajeros venidos de diferentes lugares. Gente de todas las veredas y municipios iban llegando con sus párrocos y delegaciones. Todos vestidos con su mejor traje.
La Eucaristía fue hermosa. A pesar de que la iglesia es bastante grande, no tuvo capacidad para acoger a tanta gente que debió quedarse fuera de la iglesia y participar desde allí en la misa que fue animada por bellos cantos y presidida por el Padre José Arcesio Escobar, director de la Fundación Santa Teresa de Ávila,  acompañado de muchos sacerdotes que vinieron a concelebrar y a dar gracias a Dios por la Nueva Ciudad de Dios que veía la luz ese día.
Los socios de la Fundación Niños del Campo estaban vestidos de blanco.
En el momento de las ofrendas se presentó, entre otras, el hermoso sagrario hecho por las tías del Padre José Arcesio; una imagen antigua de san José en madera y el cuadro de la Virgen del Carmen, que fue la Virgen Fundadora de la casa de las Carmelitas Laicas de San José en Villa de Leyva, elementos éstos que permanecerán en la capilla de la casa donde los niños viven internos. Y como nota aclaratoria podemos señalar que los niños viven en las instalaciones de la cárcel del pueblo, las cuales fueron adaptadas para que ellos pudieran vivir allí, aunque en gran estrechez y en condiciones que urge mejorar.

Lotes para la Ciudad de Dios

Ese mismo día, en las horas de la tarde, visitamos dos lotes que nos ofrecieron para construir allí la Ciudad de Dios. Ambos muy buenos y bonitos, con nacimientos de agua, potreros, quebrada, cultivos, bosques, etc. Los dos, muy cerca del centro poblado. Hemos confiado a San José la consecución de alguno de ellos, pues no tenemos ni un peso para invertir, pero si toda la fe y confianza en que el Señor nos regalará el sitio para construir su Ciudad de Dios.
Una señora nos donó los primeros veinte mil pesos para construir la Ciudad de Dios y con este dinero y la fe en Dios comenzamos a conseguir los recursos para realizar este sueño de todos.

El recibimiento de los niños

Un gran recibimiento nos hicieron los niños del Internado, una vez terminamos la reunión con todos los socios de la Fundación Niños del Campo. Mensajes de acogida, agradecimiento y amor hubo para todos, concluyendo con una rica cena para todos los presentes.
Dios ha querido que esta obra naciera en un rincón escondido de nuestra Colombia, lugar que ni sabíamos que existía y sin embargo fue allí donde el Señor quiso que naciera la DECIMA CUARTA CIUDAD DE DIOS.
Patricia y Geminsa, carmelitas Laicas de San José, encargadas del hogar de los niños, en compañía de la Junta directiva y de los socios, serán el alma de esta Ciudad de Dios naciente

UNA VENTANA SE ABRIÓ EN EL CIELO

En la tarde de este histórico día, algunas personas de la población salieron a caminar hacia el cementerio, junto con el Padre Gilberto Urrego, sacerdote carmelita de la Ciudad de Dios de Villa de Leyva   De repente, en el firmamento, sin que hubiese ningún indicio de lluvia, en medio de una tarde calurosa y soleada, siendo casi las 6 p.m, un pequeño gran signo se presentó en el firmamento: entre las nubes, una ventana se abrió, como si un telón oculto se descorriera, para dejar ver, a los ojos maravillados de los caminantes, la presencia de un minúsculo arco iris; signo muy importante para nosotros ya que es usual que ante los grandes acontecimientos de las Ciudades de Dios, el cielo nos regale un arco iris como signo de comunión y de la presencia y compañía de Dios con nosotros, en esas aventuras de fe que nos lleva a lanzarnos a construir Ciudades de Dios sin tener recursos económicos ni grandes posibilidades.

Ese día, 4 de febrero, estábamos inaugurando allí en Ospina Pérez, la CIUDAD DE DIOS NIÑOS DEL CAMPO. EL acontecimiento DEL ARCO IRIS ha sido siempre una señal del Señor para con nosotros.  Observamos que en la pared central, del fondo de la iglesia de Ospina Pérez, está pintado el firmamento y en el centro se abre un resplandor que sirve de fondo para el Cristo que preside la iglesia. Para nuestra vista, lo que está en el altar y el arco iris, son el mismo fenómeno, sólo que en la iglesia, aparece un cristo y en el firmamento, ese Cristo se vistió con los colores del arco iris para ser visto por nosotros. Son detalles de amor y delicadeza del Señor. Este pequeño regalo del cielo duró muy poco tiempo, escasamente se dejó ver mientras se tomaban un par de fotografías y luego desapareció. En el corazón de todos, después de ver las fotografías, quedaba resonando esta idea: “Una ventana al cielo se abrió en el firmamento y Dios se dejó ver vestido de los colores del arco iris”

Igual acontecimiento se había dado meses antes cuando celebrábamos la inauguración de la a Ciudad de Dios “Aguas Vivas”, en Guarne Antioquia. Un bello arco iris apareció repentinamente, en medio de un día soleado, para nuestro  asombro, el de todos los campesinos que lo vieron y de los visitantes que participaban en la inauguración de aquella Ciudad de Dios.  Poco antes,  en la homilía se había hecho alusión a la presencia del Señor a través de los Arco Iris en otras inauguraciones.


En Ospina Pérez,  terminábamos felices  el día con la apertura de la ventana en el cielo huilense;  y para completar el regocijo, recibimos un correo de la Hermana Gloria Anaya, carmelita misionera, de la Ciudad de Dios de la Gloria, al sur de Bogotá, quien unida a nosotros en esta celebración, nos escribió: “UN GRAN SIGNO APARECIÓ EN EL CIELO. UN HERMOSO ARCO IRIS SOBRE LA CIUDAD DE DIOS DE LA GLORIA. JUSTAMENTE CUANDO USTEDES INAUGURABAN LA NUEVA CIUDAD DE DIOS EN EL HUILA.“

 

 

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