MEMORIA DE UN ENCUENTRO CON EL SEÑOR

6 de diciembre 2008

Por petición del P. Provincial, escribo este compartir de lo que fue mi encuentro con el Señor durante 30 días:
Con el deseo de una relación más profunda con el Señor, una honda necesidad y anhelo de mayor intimidad y “Trato” con El, pedí al padre.

Provincial la oportunidad de hacer estos Ejercicios Espirituales para celebrar 25 años de vida religiosa, 20 años de servicio ministerial y 50 años de vida. El Padre Provincial, de acuerdo con mi comunidad del noviciado, me concedió este gran regalo.


Muchas dificultades se presentaron  para tratar de impedir la realización de esta experiencia, entre otras un esguince que me hice jugando fútbol con los novicios días antes; luego algunas situaciones y dificultades puntuales de la Fundación, necesidades económicas, pues terminamos el mes sin nada de dinero para atender a todas las necesidades de la Cuidad de Dios; ni siquiera para pagar el salario de los trabajadores. Pero el Señor, que quería que yo participara de esos ejercicios, todo lo fue organizando, hasta el dinero que debía dejar para los gastos del mes; a última hora resultó una ayuda que envió un padre carmelita de Austria y así se pudo solucionar lo económico.
Este mes de retiro fué  uno de los  mayores regalos que he recibido de parte del Señor, y de la Comunidad, en los últimos diez años; otro gran regalo fue el que recibí hace doce años cuando se me dio la posibilidad de ir a Ávila a estudiar a nuestros santos.
En los Ejercicios recibí la oportunidad de confrontar mi vida desde el Señor, a quien sentí muy cerca, en un verdadero “trato de amistad”, sintiéndome amado, perdonado, acogido, llamado y enviado por Él. Mi vida interior y mi experiencia orante se renovaron; se renovó mi fe, mi manera de relacionarme con Dios y mi opción vocacional dentro del Carmelo Teresiano. Recibí luces para la animación y conducción de la Fundación Santa Teresa de Ávila y para la continuación de las obras que estamos realizando, al igual que para seguir acompañando la formación y el camino de mis hermanos del noviciado.
Me experimenté, en casi todo el tiempo, sumergido en la presencia del Señor; lo cual yo resumiría a través de esta expresión:

VIDA INTERIOR
Señor, déjame entrar en ti
Para mirarme desde ti
Para mirarte a ti
Para mirarme en ti

Aquí se encierra la posibilidad de entrar en el corazón del Señor para vivir en Él, permaneciendo en Él,  ser en Él, trabajar y servir desde Él, con Él  y para Él.
Además me permite conocerme a mi mismo desde el corazón de Dios y percibirme, no sólo desde mis criterios personales sino con una mirada nueva que es la de Dios sobre mí.
Me da la posibilidad de conocer más profundamente al Señor para poderlo más amar, seguir y servir.
Finalmente, me permite mirarme integrado en Dios, como parte de Él, de su proyecto de amor para toda la humanidad, como un instrumento y prolongación suya en este momento concreto de la historia.
Este vivir centrado y oculto en el corazón del Señor, me permite dar respuesta a una inquietud que desde hace muchos años he tenido: ¿Cómo ayudar a la humanidad en todas sus luchas y realidades, siendo tan limitado en mis posibilidades espaciotemporales? ¿Cómo poder llegar a los rincones y lugares más apartados y desprotegidos donde haya un ser humano que sufre y necesita compañía? . Aquí encontré la respuesta: para poder llegar al corazón de todos los seres humanos y con sufrir con ellos y aliviar sus penas, me es necesario entrar en el corazón del Señor, “que sigue padeciendo en la humanidad”, para hacerme presente en Él y desde Él en todos los lugares, superando así las barreras del tiempo y del espacio, viviendo ese eterno presente en Dios, ayudándo hoy, pero igualmente en el pasado y en el futuro, pues en Dios sumergido podré eliminar toda barrera y cumplir la misión que me encomienda al enviarme como misionero al mundo entero a proclamar la Buena Noticia, a amar, sanar, liberar del mal y anunciar el Año de gracia del Señor. De esta manera me siento caminando con mi gente y mi Pueblo hacia la liberación de todos los males que nos aquejan y hacia  la Resurrección en el Señor.
Viviendo en el corazón del Señor podré lograr el ideal de vida contemplativa que recibí en herencia en el Carmelo Teresiano y podré ser un “discípulo misionero”, sabiendo que si estoy en el corazón de Cristo, podré llegar a todos, haciendo que el dolor de alguien sea mi dolor, la preocupación, el sueño la ilusión…de todos serán míos también , aunque no les conozca o ni siquiera hayan nacido, o hayan vivido antes que yo, porque viviendo en Cristo, que vive en cada ser humano, puedo yo alcanzar esa comunión universal.
Aquí cobra sentido toda mi vida, todo lo que realice, grande o pequeño, ofrecido todo a Dios por amor y en cumplimiento de su voluntad. Mis acciones, entonces, serán acciones del Señor, mi amor, servicio, entrega, preocupación por los pobres y necesitados…será todo obra del Señor, porque yo estoy en Él, Él en mï  y desde mï tiende la mano a los demás. Ya no habrá cosas grandes o pequeñas, todo será un servir permanentemente al Señor y a los hermanos.
He resumido mi vocación y misión en un lema:

“DESDE EL CORAZÓN DE CRISTO,
SIRVIENDO A LOS POBRES Y NECESITADOS”

Por tanto, mi mayor y principal tarea será “Permanecer en Él” para poder servir a todos.
Esta experiencia la he comprendido como una experiencia eucarística, que me permite entrar en Cristo y vivir en comunión con todos mis hermanos y así poder dar la vida como Jesús lo hizo, a la vez que poderme transformar en canal de misericordia para los demás.
“Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Para mí ese punto de apoyo es “el Corazón de Cristo”.
Que tus ojos sean míos,
también el sentir de tu corazón;
mi actuar misericordioso,
primado del amor sobre la razón.
Quiero salir por el mundo
dejando a Dios vivir en mí,
prolongar su presencia
en mi ser, actuar y vivir.
Esta realidad me abre un deseo grande de caminar con otros en la búsqueda del Señor.
Con frecuencia nos sentimos solos en el camino espiritual y difícilmente encontramos personas, tiempo y espacios para compartir realidades que inciden en nuestra vida, vocación y camino de fe en el Señor. Creo que hay que generar espacios y buscar  posibilidades para poder vivir el ideal que nos dejó la Madre Teresa de “ser amigos en el Señor”, “Amigos fuertes de Dios”.
Me parece que, como los discípulos de Emaús, nos hemos unido para contarnos las penas y dificultades, desilusiones y desesperanzas del camino; ahora es necesario seguirnos juntando para compartir la acción de Dios en nosotros, contarnos cómo lo estamos percibiendo, en dónde lo estamos encontrando, qué nos está diciendo, qué nos va regalando desde la gente sencilla…Es necesario que los carmelitas seamos Amigos en el Señor, amigos que trabajan, luchan, sueñan, sufren, ponen en común todo el acontecer de Dios y de la gente en sus vidas.
BUSQUEMOS JUNTOS AL SEÑOR
CAMINEMOS CON JESUS COMO HERMANOS AVENTUREROS DEL REINO

A Dios y a la Provincia doy gracias por este gran regalo que me han hecho en estos Ejercicios Espirituales.

 

P. José Arcesio Escobar E.