EN TORNO A LA PANDEMIA VIVIDA EN LA CIUDAD DE DIOS DE VILLA DE LEYVA

Apartes del documento reflexivo escrito por el padre José Arcesio Escobar, el 31 de enero de 2021, para los Carmelitas de San José:

 

Mis queridos hermanos y hermanas Carmelitas de san José:

Hoy se termina este inolvidable mes de enero, que marcará para siempre nuestras vidas.

…Fuimos muy felices, ciertamente muy felices. Nadie podía imaginar que llegaríamos, vivos y tan felices al final del año. Con frecuencia, durante el inicio de la pandemia, nos preguntábamos, ¿Qué irá a pasar dentro de unos días, en unos meses?, ¿cómo será la navidad que viviremos, estaremos vivos aún? El Señor bondadoso, que nos conoce y nos ama, nos fue conduciendo día a día en medio de esta pandemia, haciéndonos experimentar con mayor intensidad el deseo de orar, de una vida más espiritual y cercana a Él, una vida entregada en amor y servicio a los hermanos, a los abuelitos todos, a la gente que nos llamaba a pedir oración y a todo el que el Señor iba colocando en nuestro camino.

Cuando la hermana Elizabet Pare, anunciada la muerte de su mamá, se practicó el examen para viajar a Francia,  le dio positivo para Covid. El día 6 de enero vinieron los médicos y las enfermeras del hospital y nos practicaron la prueba a nueve de nosotros y resultamos todos positivos. Al día siguiente, 19 hermanos dieron también positivo y así fuimos entrando uno a uno en esta historia de pandemia universal, en comunión con todos los hermanos y hermanas del mundo entero que sufren el flagelo de esta realidad. No podíamos ser nosotros los únicos que no estuviéramos coparticipando en la nueva pasión de Cristo en el mundo, encarnada en los enfermos.

Ante la afección del coronavirus que recibí, junto con otros hermanos, fue el Padre Wilson Osa quien asumió todo el trabajo pastoral.  Fue él, en compañía de la Comunidad, el encargado de ir despidiendo uno a uno, los abuelitos y las personas que el Señor se fue llevando para el cielo.  De manera especial nos impactó  la partida inesperada de nuestra hermana, amiga y madre para tantos, Claudia Calvo Bautista. Esto nos estremeció a todos y nos sumió en el misterio de la muerte, transformada en resurrección, pero dejando la marca de la lanza que atraviesa el corazón y hace gemir.

Comprendo que es muy duro para cada uno de ustedes la partida de cada abuelito, de cada persona que el Señor se llevó para el cielo. Es un desgarrón terrible que solo Dios puede sanar. Pero hemos comprendido que nuestro carisma es un carisma que responde a las necesidades de hoy, necesidades de nuestras personas vulnerables, de todos aquellos que, sin hogar, han encontrado entre nosotros una familia, una morada en el Señor, un espacio de vida y salvación. Por eso, el vivir con pasión nuestra vocación, nos ayuda a superar el dolor y a realizar el duelo, necesario, por nuestros hermanos que han partido. Orar, amar y servir, han sido los distintivos de todos durante este período inesperado.  Tocamos a Cristo en carne viva y lo servimos con amor, cada uno desde sus posibilidades. Ahora entendemos qué es ser consagrado, qué es ser Carmelitas de San José, en sus diferentes ramas.

Qué viene ahora?

No lo sabemos. El coronavirus es impredecible y sospechamos que aún la humanidad tendrá que vivir durante un período largo de tiempo el flagelo de este letal mal que se nos infiltró en la vida de todos. Sin embargo, desde el Señor, podremos continuar viviendo con fe, con amor y con esperanza, orando, amando y sirviendo, como lo hemos hecho hasta ahora.

Nuestra misión es clara; empeñarnos sólo en una cosa: en seguir a Jesús, en buscarlo, en amarlo y servirle. Somos suyos, le pertenecemos. Él es nuestro amor, nuestra pasión, nuestra razón de ser. Vivamos una vida sencilla, como la del Carmelo, como la de Nazaret. Dediquémonos a amar al Señor con pasión, a querernos y a ayudarnos entre nosotros, a orar y servir con naturalidad y generosidad serena, confiada, respondiendo al llamado del Señor en las personas que nos van visitando, con los que nos vamos encontrando. La vida es para vivirla hoy, entregarla hoy, creo que eso nos ha quedado muy claro en la experiencia de estos días.  San José conducirá nuestro caminar en santidad. Nuestra Señora de las Ciudades de Dios nos mostrará el rostro de su Hijo en los más necesitados, nos hablará al corazón y nos dirá una y otra vez: “Hagan lo que Él les diga”. Ellos nos seguirán acompañando en esta travesía de la vida y nos conducirán a la meta deseada, la comunión total con Dios.

Llenos de alegría y gratitud por el don de nuestra vocación, que hemos recibido de manera gratuita e inmerecida de parte de Dios, llevemos a Cristo en los brazos y en el corazón, entreguémoslo a la gente con la que nos vamos encontrando, seamos mediación de encuentro, de comunión y de estrecha relación del Señor con cada persona. Olvidémonos de nosotros mismos, como bien lo han hecho muchos de ustedes en este tiempo de pandemia, y donémonos a los demás, porque al donarnos a ellos nos estaremos entregando a Cristo, único amor de nuestra vida, dueño absoluto de nuestra existencia.

Que nuestro buen padre san José nos guie durante este su año jubilar hasta el corazón amante de su hijo Jesús y de su esposa María. Dios nos guarde a todos.

Su hermano

Fr José Arcesio Escobar ocd.

  

HOMENAJE A LOS MIEMBROS DE NUESTRA FAMILIA DE CIUDADES DE DIOS QUEPARTIERON PARA EL CIELO DESPUÉS DE SUFRIR EL COVID