UN HIMNO PARA MI SEÑOR

Llevaba roja la túnica

y enrojecido el cabello.

¿De dónde, con pies sangrantes,

avanzas tú, Lagarero?

“Del monte de la batalla

y de la victoria vengo;

rojo fue mi atardecer

blanco será mi lucero”. 

 Llevaba roja la túnica

 roja de sangre y fuego.

 

También de blanco le ví

el vestido y el aliento;

bello como las estrellas,

como flor de cardo bello.

Rojo como la amapola

y blanco como un cordero:

carmesíes sus heridas

y blancos sus pensamientos.

 

Llevaba blanca la túnica,

blanca de amor y fuego.

 

Por toda la negra tierra

el chorro de sus veneros:

sangre preciosa su sangre

que hace blanco el sufrimiento.

¡Oh Cristo, de sangre roja!

¡Oh Cristo, dolor supremo!

A ti el clamor de los hombres,

en ti nuestros clavos fieros.

     

Llevaba roja la túnica,

roja de sangre y fuego.  Amén