Reflexiones para el tiempo de Cuaresma, Tiempo de Conversión

JESÚS DESPOJADO

Todos sabemos que el seguimiento de Cristo está en la Cruz. Asumir la cruz de cada día nos hace partícipes del misterio extraño y maravilloso a través del cual Cristo nos salvó: el misterio de su Cruz.

La cruz no se puede definir con exactitud pues cada persona la asume desde condiciones diferentes de acuerdo a su realidad, pero en sí lo que quiere decir el misterio de la Cruz es el abajamiento, el despojo, por amor, que debemos hacer a imitación de Cristo, o mejor, con Cristo, para participar en la salvación del mundo. No es el dolor de Cristo lo que nos salva, sino su entrega, su despojo y vaciamiento. Jesús pudo haber muerto de otra manera e igual nos hubiera salvado. Jesús es conciencia plena de entrega; Él se sabía regalo del Padre para nosotros y por eso su vida entera fue un donarse sin límites hasta quedar sin nada y en nada, es decir, hasta morir por haberse entregado todo y del todo. Llegamos a ser cristianos de verdad cuando tomamos conciencia de nuestra naturaleza, de nuestro ser, de la misión por la cual vinimos al mundo, que es la del “Despojo”, la donación, la entrega, el servicio; en otras palabras: el amor. Jesús despojado es el más bello emblema del amor total, de la oblación máxima sin esperar nada a cambio más que cumplir la voluntad del Padre. Para esto fue enviado al mundo. Jesús no se entregó a medias, su entrega fue total y por eso santa Teresa tiene un ideal en su corazón que procuró hacerlo vida siempre: Darse del todo al Todo sin hacerse partes.

 

Estamos llamados a reproducir la imagen de Cristo “Despojado”, viviendo y muriendo con Él, para resucitar en Él y con Él y, de esta manera, contribuir a la salvación del mundo. Él es el único Salvador y Redentor, pero nos hace partícipes de su misión divina, de tal manera que podemos terminar nosotros siendo salvadores de los hermanos, ya que Jesús prolonga en nosotros su acción maravillosa. Esto lo hacemos cada vez que hacemos presente la salvación de Jesús entre nosotros, prolongando su misión salvadora en el mundo. Estamos llamados a salvar personas, salvar hermanos, haciendo lo mismo que hizo Jesús, pues Él lo hizo todo para que nosotros hagamos lo mismo (Jn 13,14). No somos nosotros los que salvamos pero sí somos mediación salvadora del Señor entre su pueblo.

(apartes de algunos escritos del padre José Arsecio Escobar)