SANTA TERESA DE JESÚS

VEISME AQUÍ

Veisme aquí, mi dulce Amor,

amor dulce, veisme aquí.

¿Qué mandáis hacer de mi?

Veis aquí mi corazón.

 

Yo le pongo en vuestra palma

mi cuerpo, mi vida y alma,

mis entrañas y afición;

dulce esposo y redención,

pues por vuestra me ofrecí.

¿Qué mandáis hacer de mí?

 

Dadme muerte, dadme vida:

dad salud o enfermedad,

honra o deshonra dad,

dadme guerra o paz cumplida,

flaqueza o fuerza a mi vida,

que a todo diré sí.

¿Qué queréis hacer de mí?

 

Dadme riqueza o pobreza,

dad consuelo o desconsuelo,

dadme alegría o tristeza,

dadme infierno o dadme cielo,

vida, dulce, sol sin velo,

pues del todo me rendí.

¿Qué mandáis hacer de mí?

 

Si queréis, dadme oración,

si no, dadme sequedad,

si abundancia y devoción,

y si no, esterilidad,

soberana Majestad,

sólo hallo paz aquí.

¿Qué mandáis hacer de mí?

 

Si queréis que esté holgando,

quiero por amor holgar,

si me mandáis trabajar,

morir quiero trabajando.  Amén

 

DEL LIBRO LAS MORADAS

“Estando hoy suplicando a nuestro Señor hablase por mí, porque yo no atinaba cosa que decir ni como comenzar a cumplir esta obediencia, se me ofreció lo que ahora diré, para empezar con algún fundamento: que es considerar nuestra alma como un castillo todo de un diamante o de un claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas (alusión a Jn 14, 2).

Que si bien lo consideramos, hermanas, no es otra cosa el alma del justo sino un paraíso a donde dice Él tiene sus deleites (alusión a Prov. 8, 31). Pues ¿qué tal os parece que será el aposento de un rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes se deleita? No hallo yo otra cosa con que comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad; y verdaderamente apenas deben llegar nuestros entendimientos, por agudos que fuesen, a comprenderla, así como no pueden llegar a considerar a Dios, pues Él mismo dice que nos crió a su imagen y semejanza (Gen 1, 26-27).

Pues si esto es como lo es, no hay para qué nos cansar en querer comprender la hermosura de este castillo; porque puesto que hay diferencia de él a Dios, que del Criador a la criatura, pues es criatura, basta decir Su Majestad que es hecha a su imagen para que apenas podamos entender la gran dignidad y hermosura del ánima.”