OH REDENTOR

 

¡Oh Redentor, oh Cristo,

Señor del Universo,

víctima y sacerdote,

sacerdote y cordero!

 

Para pagar la deuda

que nos cerraba el cielo,

tomaste entre tus manos

la hostia de tu cuerpo

y ofreciste tu sangre

en el cáliz del pecho:

altar blando, tu carne

altar duro, un madero.

 

¡Oh Cristo Sacerdote,

hostia a la vez y templo!

Nunca estuvo la vida

de la muerte tan dentro,

nunca abrió tan terribles

el amor sus veneros.

 

El pecado del hombre,

tan huérfano del cielo,

se hizo perdón de sangre

y gracia de tu cuerpo.