La Ciudad de Dios de Villa de Leyva
En el año 2005, la madre María Teresa Morinier, la Hna. María Verónica y el P carmelita Dámaso Zuazúa vinieron por primera vez a Colombia para conocer este lugar donde hoy se encuentra plantada nuestra Ciudad de Dios de Villa de Leyva.
En ese entonces nos parecía casi imposible que ellas pudieran venir de manera estable a vivir con nosotros, dado el reducido número de hermanas que conformaban la Congregación del Carmelo Apostólico de Nuestra Señora de Belén y la avanzada edad de algunas de ellas. Pero como para Dios no hay nada imposible, el milagro se realizó. Fundamentadas solo en la fe y confianza en el Señor, se lanzaron, después de orar y discernir comunitariamente, a esta loca y divina aventura de plantar el carisma en tierras colombianas; y hoy, después de 8 años de haber llegado oficialmente a vivir con nosotros, tenemos la alegría de bendecir e inaugurar la Casa Nuestra Señora de Belén, con la cual se perpetúa la presencia de las hermanas entre nosotros y se garantiza la asistencia amorosa y misericordiosa de muchos niños que, carentes de las condiciones necesarias para un desarrollo integral y armónico, van encontrando en el regazo de la Congregación un espacio digno y amoroso para irse formando como personitas, como niños felices, como seres humanos que van recobrando la dignidad de hijos de Dios.
“El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”. Esta es una bella obra, muy amada por Dios ya que es un signo de su acción misericordiosa en bien de los más necesitados. Su complacencia nos la ratificó a través del Arco Iris, que es un signo concreto, mediante el cual el Señor nos ha manifestado su cercanía y compañía en diferentes momentos. Hoy hace dos años, estábamos en Francia participando de la realización del capítulo general de la Congregación y recibimos la alegre noticia de la aparición de un bello arco iris sobre la Ciudad de Dios de Villa de Leyva, coincidiendo con el inicio de la construcción de la Casa Nuestra Sera de Belén. El día 2 de agosto, día en que se acordó la entrega de la obra por parte de los obreros y maestros y profesionales que intervinieron en la construcción, al salir de la eucaristía de las 7:40am, pudimos ver sobre el firmamento la aparición de otro arco iris, que muy pronto desapareció, signo que leímos como la presencia de Dios entre nosotros y complacencia con la obra.
Ha sido un esfuerzo muy grande de parte de las hermanas y de muchos benefactores para que hoy podamos disfrutar de esta hermosa casa, por lo que pedimos al Señor que concluya y lleve a feliz término la obra que él mismo ha comenzado, a la vez que imploramos que envíe obreros a su mies, muchas vocaciones para el Carmelo Apostólico, para llevar adelante la misión que se le ha encomendado a la Congregación.
Agradecemos de corazón a las hermanas por toda su ayuda, amistad y cariño, a la vez que hacemos memoria de manera particular de todas las hermanas mayores que desde Francia nos acompañan permanentemente con su oración y su intercesión ante el Señor. Para ellas nuestro recuerdo agradecido y nuestro abrazo fraterno.
Muchas gracias a todos los que comparten con nosotros esta alegría y esta celebración de familia. Gracias por sus aportes concretos, cada uno desde sus posibilidades. El Señor ha ido construyendo su casa y por eso los albañiles nos alegramos de la obra de Dios entre nosotros. Continuemos colaborando con Jesús en la implantación de su Reino entre nosotros, procurando dar cada uno lo mejor de sí mismo en bien de los demás, y así encontraremos nuestra felicidad, pues como dice la Escritura: “hay más alegría en el dar que en el recibir”.
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