El cielo se viste de colores para conmemorar la llegada del carmelo apostólico a Colombia
Fundamentada en la fe, como acto de inmensa generosidad, una pequeña comunidad religiosa francesa se aventuró, como Abraham por el desierto, a venirse para Colombia, respondiendo a la llamada del señor para dejarlo todo y traer el amor a los niños, familias y abuelitos necesitados.
Las hermanas de la pequeña comunidad nunca se imaginaron que el señor les iba a pedir salir de Francia en tiempos difíciles, cuando la congregación se empobrecía de vocaciones y la edad avanzada era un denominador común entre las religiosas. Pero el señor que siempre nos sorprende les pidió dar desde su pobreza, con la promesa de que él asistiría y las sostendría en su misión.
Fue así como el 2 de octubre del año 2006, las Hermanas del Carmelo Apostólico de nuestra Señora de Belén, llegaron a la ciudad de Bogotá para iniciar un recorrido que las condujo finalmente a Villa de Leyva, histórica ciudad que las acogió y les dio la bienvenida en un nuevo hogar: La Ciudad de Dios que sería la morada y tierra de misión entre los pobres.
Con emoción y apenas balbuciendo el castellano, ellas comenzaron a comunicarse con los habitantes de la región, con más gestos de amor y su presencia que con sus palabras. Así, inicio la primera comunidad del Carmelo apostólico en Colombia, bajo el lema teresiano a flor de piel: "La contemplación nace del deseo de ser servidores del amor".
El sueño que Dios había hecho realidad a través de sus fundadores, el padre Gilbert Baudus y la Hermana María Guillén, hace más de un siglo, ahora se repetía en la acogida de los primeros niños y abuelitos de "la posada de San José" de la Ciudad de Dios que les esperaban con ilusión y amor. "Las migas son muchas y los obreros son pocos" y por eso las hermanas llegaron directamente a servir al señor en los más necesitados. Pronto se adaptaron al ritmo de vida de la Ciudad de Dios y con ella marcharon hacia la consecución del cumplimiento de la voluntad de Dios y la construcción de su reino de amor, fe, paz y misericordia.
Dios entre nosotros
El día en que las hermanas acogían una de las dos primeras niñas pobres en situación de riesgo, gesto que también daba apertura a la nueva casa de los niños: la Casa Petit Belén, como una confirmación desde el cielo del beneplácito de Dios por esta obra en favor de los niños desamparados, sobre la gruta de la virgen de Lourdes se presentó la un hermoso arcoíris que cubrió la Ciudad de Dios. ¡Lo sentimos como Dios entre nosotros!
Han transcurrido ya diez años desde la llegada de las primeras religiosas y en este momento cuentan con dos casas en Colombia: Villa de Leyva y Sonsón. la presencia enriquecedora de algunas vocaciones jóvenes que van llegando para reforzar la mano de obra de las hermanas son un regalo de Dios que se convierte en bendición para ellas y para nosotros, los que recibimos en la Ciudad de Dios los frutos de la espiritualidad del carisma de amor y misericordia dentro del Carmelo teresiano.
Agradecemos de corazón la entrega generosa de las hermanas y su valiosa compañía fraterna que constituye toda una riqueza para la Ciudad de Dios y la vida de amor, oración y servicio ente los pobres.
También de nuevo el cielo se vistió de colores para conmemorar la llegada de las hermanas del Carmelo Apostólico de Colombia. El 2 de octubre, mientras nos encontrábamos con todos los miembros de la familia de la Ciudad de Dios celebrando con ellas este acontecimiento, sobre el firmamento el señor pintó un bello y doble arcoíris como signo de alianza y presencia suya con nosotros.
Damos gracias a Dios por las hermanas que nos permiten percibir su presencia, de manera concreta y tangible, a través del amor y misericordia que ellas entregan pecado ahorrar: esfuerzos para que el amor glorificado y los pobres tengan una vida más digna y sientan la caricia del señor en sus vidas.
2 de octubre de 2016
OCD fray José Arcesio Escobar.