QUÉ ES UNA ALDEA DE LA MISERICORDIA

Aeropuerto de Armenia 24 de mayo de 2016


Queriendo dar una respuesta concreta a la invitación del Papa Francisco a vivir el Año Jubilar de la Misericordia, nos hemos sentido invitados por el Espíritu para crear las Aldeas de la Misericordia,

 

como signo de la presencia amorosa, misericordiosa y eficaz de Dios entre nosotros.

Una aldea habla de pequeña familia, pequeña comunidad que evoca las aldeas del Evangelio y las aldeas donde Jesús vivió y trabajó, donde transcurrió su vida y ministerio entre nosotros.

En una aldea todos se conocen, todos tienen que ver con los otros, todos desempeñan labores similares. La aldea tiene un sabor a trabajo comunitario, ayuda mutua para subsistir, amistad, intimidad de hogar, vida cotidiana, familiaridad, pan artesanal en el horno de leña, campesinos trabajadores, creyentes, religiosos…

Evoca la presencia de María y José en la aldea de Nazaret, en una vida que transcurre en la cotidianidad, entre el trabajo, la oración, los quehaceres hogareños, la formación de Jesús, las celebraciones de las fiestas de la aldea, la convivencia cercana entre familiares, amigos y conocidos, donde cada uno es importante, comenzando por los más pequeños, que tienen un lugar dentro de la comunidad, pues son como hijos y hermanos de todos.

En una aldea cada oficio es importante y está al servicio de los otros: panaderos, agricultores, el sacerdote o líder religioso cuando asiste a las celebraciones mayores, la señora de la tienda, el médico, la profesora o profesor, el notario, si lo hay, el inspector, el peluquero, el farmaceuta, el tendero y hasta el lechero; y qué no decir de los agricultores, los campesinos que cuidan los animales, etc.

Es una vida de familia compuesta por diversas familias, modelo de vida y organización escogido por Dios para enviar a su hijo Jesús, lugar en el que vivieron su madre María y su padre adoptivo José.

Esta inspiración de la aldea de Nazaret y de las otras aldeas campesinas relacionadas con la historia de Jesús nos hacen soñar con una vida así para nuestra gente y nuestro pueblo sediento de amor, de ser valorado, acogido, posibilitado para tener una vida digna.

Ante las megaciudades y toda su impersonalidad y conflictos, ofrecemos un pequeño modelo de vida comunitaria tomado del ayer para vivirlo en el tiempo de hoy, como alternativa de una vida digna y familiar, vida en el Señor, para sus hijos amados.

La misericordia es el reconocimiento de la grandeza de la obra de Dios al crearnos a cada uno de sus hijos, acogiendo y valorando a cada uno por su dignidad, que consiste en  la llamada a la comunión e intimidad con Dios.

La misericordia habla de seres humanos, equivocados muchas veces, débiles y pecadores, perdidos, enredados, pero amados incondicionalmente por el Señor y acogidos por Él como a sus hijos predilectos. Habla de misericordia humana, transformada por el amor gratuito de Dios en posibilidades de vida, liberación y realización personal de cada uno.

Las aldeas de la misericordia son espacios y experiencias de vida en el Señor, vida cristiana, fundamentados en la Sagrada Escritura y en la comunidad apostólica, comunidad de los primeros cristianos: “todo lo tenían en común…” Por tanto, teniendo a Jesús como centro, maestro y guía de la vida, doce familias vivirán como hermanos en nombre de los doce apóstoles, acompañados de una decimotercera familia, o también comunidad religiosa, que hará las veces de Jesús para los otros, formando, acompañando, dirigiendo.

La vida de estas familias estará fundamentada en la vivencia del Evangelio, el cual se estudiará cada día y se compartirá en comunidad, como una de las actividades cotidianas, hasta que este lenguaje evangélico sea el lenguaje común hablado por todos.

Vivir auténticamente como comunidad de vida inspirada y fundamentada en el Evangelio y en la vida de los primeros cristianos es el objetivo a lograr. Esto es condición necesaria para hacer parte de una aldea de la misericordia. Se buscará una formación permanente hasta lograr hablar todos el mismo lenguaje de amor y fe.

Doce casas, recordando a los doce apóstoles, y una más recordándonos la presencia de Jesús que convoca a la comunidad y en cuyo nombre nos reunimos. Todo construido en torno a un árbol central que simboliza la presencia de Jesús, el árbol de la vida y además, si es posible, en torno también de una fuente de agua o un pozo que representan y evocan la presencia y centralidad de Jesús en la aldea.

Habrá una capilla, lugar de encuentro diario con el Señor, lugar de celebración de la liturgia y a la vez puede servir de lugar de escucha y de oración de sanación por las personas. 

Se dispondrá de un salón comedor para las reuniones de la comunidad, celebraciones de la familia, formación y lugar de encuentro para comer juntos, al menos una vez al día, preferiblemente el almuerzo. El desayuno y la cena pueden ser tomados en familia en cada casa.

Al menos una vez al mes se realizará un día de retiro para los miembros de la aldea. También se propiciarán espacios y dinámicas de recreación.

 “La Virgen Madre de la Aldea”, nombre que llevará nuestra Señora, ocupará un lugar especial. Será una imagen que hable de acogida y familiaridad, imagen dulce, tierna. Podría ser una réplica de la Virgen de la Compasión o de la Consolación que se tendrá en el oratorio de la casa de los abuelos de Villa de Leyva, “El refugio”. No faltará la imagen de san José, custodio de la Aldea y de sus habitantes. Habrá en lo posible una gruta para la Virgen y otro lugar dedicado a san José.

Se procurará tener una economía común, según las condiciones de cada uno.

Las casas se darán a las familias en calidad de comodato, pero con miras a permanecer allí el mayor tiempo posible, de tal manera que se tenga la sensación de vivir como en casa propia.

Una familia podría ser retirada de la aldea si no responde a las condiciones exigidas para permanecer en la aldea, de acuerdo con el reglamento de convivencia que se establecerá entre todos.

Habrá una junta animadora y acompañante de cada aldea, compuesta por el presidente, vicepresidente, secretario, tesorero y dos o tres vocales.

La junta será nombrada por un año, pudiéndose renovar si la mayoría de los miembros de la aldea lo aprueba.

Se creará un grupo de AMIGOS DE LA ALDEA, unos como colaboradores voluntarios y otros como beneficiarios que hacen sus aportes para el sostenimiento de la misma.

Las familias vivirán de su trabajo y de algunas ayudas que puedan venir de manera externa. En lo posible se ha de tener una fuente de ingresos fija, de acuerdo a las necesidades y condiciones del lugar, y de los habitantes de la aldea.

Las aldeas serán autónomas. Pueden estar construidas dentro de una Ciudad de Dios, o también en un lugar independiente.

Además de las trece casas de las familias, las aldeas podrán tener cerca de ellas unos espacios donde se acoja a personas que vengan a retiro o a compartir la experiencia. Estas casas o espacios no se construirán dentro del bloque de las trece viviendas sino en sus alrededores o en otros lugares convenientes.

La aldea no tendrá más de esas trece casas de familia. Si se ve conveniente y crece el número, se debe abrir otras aldeas, que podrían estar incluso en el mismo predio, pero cada aldea tendrá su dinámica propia.

Las aldeas estarán bajo la dirección y protección de los miembros de la familia de los Carmelitas de san José, pudiendo estos, en algunos casos, delegar esta función en otra institución, comunidad o grupo organizado de personas. En lo posible cada aldea será autónoma y autosostenible.

Que el Señor de la Misericordia y la Virgen Madre de la Aldea acompañen, protejan y consoliden este proyecto naciente.

 

Fr. José Arcesio Escobar E., ocd