TIEMPO DE ADVIENTO, CAMINO HACIA LA NAVIDAD
“Vengan, subamos al monte del Señor, a la casa de Dios” (Is. 2, 3) “Preparad el camino del Señor” (Is 40,3).
Villa de Leyva, 1 de diciembre de 2019
Iniciamos un tiempo maravilloso que nos da la posibilidad de prepararnos para renovar nuestro encuentro con el Señor y para intentar dar un viraje a nuestra vida de egoísmo y pecado a una vida de amor y entrega en el Señor. Caminamos de la oscuridad hacia la Luz, de la soledad hacia el encuentro con el Amado y el Señor, y desde Él, al encuentro con todos y cada uno de nuestros hermanos.
Asumamos este tiempo de Adviento como el recorrido de un camino espiritual que nos conduce al encuentro con el Señor. Por eso, intensifiquemos nuestra oración, nuestro “estar con el Señor”, la lectura y meditación de su Palabra y el hacernos cercanos a los hermanos que Dios nos dio para que le pudiéramos amar y servir en concreto a través de ellos. Por eso, nuestro lema y tarea durante este tiempo ha de ser: “Preparemos el camino del Señor”(Is 40,3).
No vamos a tener un encuentro más con el Señor, no es el recuerdo de algo que aconteció hace más de dos mil años; es la posibilidad de un encuentro personal, único y maravilloso con Dios que se aproxima y viene a renovar nuestra vida, nuestra llamada y nuestra vocación. Por eso comenzamos este nuevo año litúrgico con el tiempo de Adviento, que nos lleva a tomar conciencia del gran misterio de la Encarnación, de la venida de Dios al mundo, que se actualiza de manera permanente y que, durante algunos tiempos especiales del año, podemos considerar y meditar detenidamente, propiciándonos un mayor encuentro amoroso con el Señor y una revitalización de nuestro qué hacer como cristianos, como carmelitas y como miembros de la nueva familia de Carmelitas de san José.
Al escuchar la invitación que la Palabra nos hace de “preparar el camino del Señor”, recordamos las tres venidas que la tradición cristiana nos presenta sobre la venida del Señor: la Encarnación del Verbo Hijo de Dios y el nacimiento de Jesús, misterio a través del cual Dios se hace presente en el mundo y se convierte en uno de nosotros, cercano a todos y fuente de vida, esperanza y salvación para quienes lo quieran recibir: la Segunda vendida en gloria, que será al final de los tiempos, cuando Jesucristo se manifieste con todo su poder, como vencedor del mal y de la muerte, y la tercera venida que es la que se va dando de manera permanente, en la vida diaria, a través de la Palabra de Dios, la vivencia de los sacramentos y en cada uno de los hermanos, quienes nos espera para que pongamos en práctica el mandamiento del amor y transformemos nuestra existencia en donación y servicio.
Este es un tiempo para detenerse a pensar despacito sobre la propia vida, sobre la respuesta que estamos dando a la llamada del Señor a vivir el Evangelio y a seguirlo a Él cada día, tiempo para sopesar la manera como estamos viviendo la fraternidad y el servicio a los pobres y necesitados. Isaías nos dice: “Vengan, subamos al monte del Señor a la casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y podamos seguir sus senderos” (cf. Is 2,1-5). Esta es nuestra tarea y ha de ser nuestro empeño durante el tiempo de adviento que se nos ofrece: ir al Señor para que nos enseñe sus caminos y nos determinemos a seguir sus senderos. Cada uno procure interpretar esta doble invitación, aprópiese de ella y vívala lo mejor posible.
Si logramos hacer esto que se nos propone, tenemos la esperanza de llegar algún día a ver realizado el sueño de Dios, presentado por el profeta Isaías cuando dice: “Convertirán sus espadas en arados, sus lanzas en herramientas de trabajo. No alzará la espada un pueblo contra otro, nadie se adiestrará para la guerra” (Is 2,4). Esto será maravilloso, increíble, se acabarán las guerras, los odios y los rencores, todos viviremos en paz y armonía fraterna y trabajaremos juntos por un mundo unido, una tierra de hermanos, construyendo juntos el cielo nuevo y la tierra nueva que todos soñamos y esperamos.
Por eso, apropiémonos de la invitación del Señor por medio del profeta Isaías y pongámonos en camino hacia al encuentro con el Señor: “Ven, pueblo del Jacob, caminemos a la luz del Señor” (Is 2,5). Orando, amando y sirviendo, vamos a lograrlo. San José y Nuestra Señora del Adviento nos ayudarán a conseguirlo. Encomendémonos a ellos y recorramos junto con ellos este camino del adviento que nos conduce hacia la Luz verdadera, que es Jesucristo, el Señor, luz que no tiene ocaso.
Fr José Arcesio Escobar ocd.